domingo, 30 de junio de 2019

LA PIEDRA ANGULAR, DE EMILIA PARDO BAZÁN: UNA NOVELA INJUSTAMENTE OLVIDADA

¡Qué poca atención se les presta en nuestra blogesfera a nuestros autores decimonónicos! Encontrarán cien veces más citado  a Balzac o  a Jane Austen que a Galdós o Pardo Bazán. Parece un mal congénito de nuestra cultura; una desatención que habla del autodesprecio tantas veces denunciado y... también promovido por los propios escritores españoles y, desde luego, por  muchos lectores. 

En este contexto, me he quedado gratamente sorprendida por la iniciativa de la  tertulia bilbaína Alfa de incluir en su nueva temporada una novela de Pardo Bazán, que - confieso- no había leído hasta este momento: La piedra angular.  La autora me entusiasmó en su día, hace de él muchos años, con sus Pazos de Ulloa  y  La madre naturaleza. Después he leído aquí y allí algunos de sus soberbios cuentos, siempre con admiración y gusto.  Pero como digo, Pardo Bazán parece incluida en esa literatura "vieja" que se desdeña y se arrincona. De hecho, en mi biblioteca municipal de referencia, sus obras completas dormitan hace años en el almacén de libros retirados de las estanterías,  paso previo a su envío a la trituradora de papel.

No puedo transmitir, por todo ello, el placer  e interés con que he leído  La piedra angular. Pardo Bazán era una mujer  intensamente interesada en su época, en lo que entonces se llamaba la Modernidad, una modernidad cuya irrupción presentó en España  unas contradicciones y tensiones superlativas. Y Pardo Bazán, con ese eclecticismo ideológico y vital que tanto irritó a los intelectuales de su época, refleja en sus obras esas tensiones y contradicciones, sin esos posicionamientos en blanco y negro que esperaban desde carlistas a liberales progresistas, con los que sin embargo mantuvo un continuo diálogo y a veces, una extraordinaria amistad.

En La piedra angular trata de  un tema de calado político y social que ocupaba por aquellos años (1890-181)  a los polemistas de la época y apasionaba en todas las clases sociales: la pena de muerte.  El tema había sido caldeado en el imaginario popular por la ejecución de  Higinia Balaguer ( ejecución a la que asistió Pardo Bazán, para escándalo de la burguesía y aristocracia madrileñas) . Aún queda una cierta memoria de este crimen, conocido como  El crimen de la calle de Fuencarral, cuyo juicio seguirá muy de cerca Benito Pérez Galdós; de hecho, sus  crónicas serán luego publicadas, constituyendo casi una novela negra.

Pardo Bazán considera la pena de muerte como una ley atávica incompatible con la modernidad y ajena ( recuérdese que doña Emilia era católica declarada) a la piedad cristiana y su prédica de perdón. Ella, que defendía la creación de un estado moderno que aunara las tradiciones y los nuevos tiempos que corrían por Europa, pensaba  que la pena de muerte no podía ser la piedra angular del edificio del orden social. Es más, que lo fuera constituía una muestra de impotencia de las élites dirigentes a la hora de mantener ese orden social que solo seguía en pie, pero siempre tambaleante, no por convencimiento contagiado a las otras clases, sino por una represión de tintes medievales.

Pese a lo que pueda sugerir lo dicho, la novela no es una novela de tesis, si bien en una escena en el casino de Marineda, las fuerzas vivas del lugar discuten agriamente mostrando los dos argumentarios de la época. De hecho, la novela desplaza el tema  de la pena de muerte  hacia la  situación social de su ejecutor, el verdugo. Como en otras novelas, Pardo Bazán,  trata de esos seres marginados que funcionan socialmente como el chivo expiatorio o cabeza de turco  de una injusticia que la propia sociedad auspicia, defiende, aclama...pero que le repugna  en su materialidad.  El verdugo es para todas las clases sociales, aunque por distintos motivos, el apestado, el monstruo.  La autora crea una novela brillante en que  muestra de manera implacable los mecanismos hipócritas por los  que una sociedad tiene por honrados y reverenciados a los magistrados que firman las sentencias de muerte, a los políticos que dictan las leyes, a los poderes económicos que son protegidos por esas leyes, y margina con inquina y odio al ejecutor, un pobre tipo al que se le supone alguna tara monstruosa para aceptar esa función, cuando la única tara es evitar el hambre. El verdugo apunta a la luna y  todos miran al dedo. Evidentemente el problema no era que hubiera verdugos, sino que hubiera unas leyes que exigían que los hubiera.  Aunque eso sí, Pardo Bazán, ya ve que el tema de la pena de muerte va más allá de que exista un verdugo y no se soluciona sustituyéndolo, como había hecho EEUU con la silla eléctrica.

Juan Rojo, el verdugo, no solo sufre en carnes propias el desprecio y el ostracismo, sufre por la marginación total y agresiva en la que vive su hijo Telmo, personaje este creado con una exquisita sensibilidad literaria por Pardo Bazán.  En escena entra un médico, un librepensador y filántropo que primero tiene que tratar en consulta a Juan Rojo y después, a Telmo.  El doctor Moragas, que tiene un trasunto en un conocido de Pardo Bazán, muestra lo arraigado de los prejuicios sociales. El mismo tiene que someter sus emociones al dictado de su razón para tratar con Juan Rojo y su hijo. También muestra el doctor Moragas las limitaciones del individualismo liberal: piensa el doctor Moragas que el problema de la pena de muerte se resolvería  si el verdugo se negara a obedecer.  Es el individuo, por un cambio moral heroico, el que puede rebelarse contra la sociedad y cambiarla al cambiarse; es esto  un resto del  Romanticismo del que  Pardo Bazán, pese a su fuerte defensa del individualismo, se desprende en esta obra.  La novela muestra que eso es inviable, además de que es mezquino pedirle al eslabón social más débil que tenga una respuesta ética superior al que tienen las élites. 

Les recomiendo vivamente la lectura de esta novela que nos acerca a nuestros propios prejuicios  y nuestras limitaciones individuales y colectivas de cambio.


domingo, 16 de junio de 2019

NOVELA ÁCIDA UNIVERSITARIA, DE FRANCISCO SOSA WAGNER

Hace ya muchos años que pase por la universidad, muchísimos. Durante bastantes de ellos, es muy posible que tuviera idealizada la universidad como se tiene idealizada la juventud. Después, una, consciente de esta idealización, empieza a mirar con escepticismo sus propios recuerdos; le parecen una reconstrucción engañosa, una ficción que reconforta el ego. Sin embargo, eso no me ha preparado del todo para recibir la bofetada de la lectura de "Novela ácida universitaria",  de Francisco Sosa Wagner, publicada por la editorial Funambulista en febrero de este año.

El adjetivo que  me ha venido a la mente una y otra vez durante la lectura es "desolador", el que no me ha venido es "exagerado". Sosa Wagner hace una disección de un cadáver, el  de una universidad a la que no ha revivido el plan Bolonia; más bien todo lo contrario:  parece un  muerto al que solo galvanizan las corrientes del dinero, de la envidia y del poder. Lo de menos es la calidad de la docencia. La docencia solo es un ente abstracto, inaprensible, que no importa verdaderamente a nadie  pero que sirve de excusa para una burocratización kafkiana  de la universidad. La corrupción entra en tromba en cualquier decisión que se toma; los cargos se multiplican para dar cabida a los chupópteros que prefieren vivir de la pasta gansa que estar en el aula o investigando. Publicar articulillos que nadie lee, pero que cuentan en el currículum más que un libro trabajado durante años,  reunirse en innumerables juntas de evaluación que consumen horas y horas generando una montaña de papeleo digital  sin que en nada mejore  la realidad más que la de los  sueldos de sus participantes,  acudir a congresos que nada importan para darse una vueltecita por el mundo, estar intrigando todo el santo día para trepar, odiar a muerte a los del otro bando... esas son las excelsas ocupaciones de profesores y catedráticos, cargos, subcargos y carguillos.  Todo ello envuelto en un lenguaje tecnócrata y seudopedagógico infumable. Todo es envoltorio de la vacuidad. Los estudiantes vegetan en este sistema sin resistencia alguna;  más bien participando de la corrupción general al obtener  unas migajas para su "fiestuquis"

Si la intención del autor era transmitir ese estado deplorable de la universidad, lo consigue plenamente. Eso no quiere decir que literariamente  esta novela sea de gran calidad. No lo es. Transita entre el panfleto, el sermón y el deshago;  los personajes son demasiado esquemáticos e histriónicos  como es propio de la sátira; los diálogos son francamente malos;  la primer aparte es dispersa como si al autor le estuviera constando coger el pulso de la historia.

 Esa historia tiene como hilo conductor el ascenso de Adalberto desde su posición de estudiante universitario a profesor titular en la Facultad de Derecho de una universidad de provincias, tal vez Oviedo. Adalberto es  un intrigante sigiloso, el símbolo de la mediocridad y la mezquindad. Todo en la universidad está programado para que lleguen y prosperen los adalbertos. Aquellos catedráticos interesados y respetuosos con la materia que estudian e imparten están en vías de extinción, como le ocurre a don Anselmo. El autor no se excede en su canto de tiempos pasados, aunque no cabe duda de que los valora como buenos  en comparación con lo presente. Seguramente haya en ello mucho de nostalgia, pero eso no invalida la crítica al penoso sistema actual. 

La lectura de este libro es  sobre todo  recomendable para docentes y  estudiantes universitarios. el fondo es una denuncia, una llamamiento que se siente inútil para que el sistema cambie.

domingo, 9 de junio de 2019

Berta Isla, de Javier Marías

Pese a su título, no es Berta Isla el eje  de esta novela sino  su marido, Tom Nevison.   Este joven   posee un extraordinario talento para la imitación de cualquier voz, de cualquier acento, de cualquier matiz, tanto en inglés como en español; además está dotado de  una extraordinaria facilidad para aprender  idiomas en un muy poco tiempo.  Estas cualidades hacen que los servicios de inteligencia  británicos se fijen en él  y  lo recluten,  torciendo de manera nada escrupulosa su negativa inicial. De un día para otro,  su futuro va a cambiar radicalmente y  su vida queda fuera de sus decisiones. Toca aquí Marías dos temas: el poder del estado para utilizarnos en su instrumento si le conviene y el hecho de que  algunas cualidad que podrían ser una bendición se convierten en una maldición   Nevison se ve viviendo una vida no elegida;  la elegida había sido una vida al lado de Isla Berta, una apacible y próspera vida burguesa en que el amor estaba  embridado por una decisión racional largamente pensada.La vida de esta pareja se convierte en  largas separaciones de las que Nevison vuelve cambiado, nervioso, como ausente y las largas esperas de Berta Isla, a cuya soledad se va acostumbra con muchos costes. Berta Isla se convierte en la voz de la reflexión, la duda, una penélope forzosa que no sabe lo que es mejor no saber y acaba por aceptarlo.  Al principio,  la angustia de saberlo en peligro envenena su vida, aunque también se va acostumbrando a ello. Acaba por aceptar que en su marido y en el mundo hay zonas oscuras de las que es mejor no saber nada.  Para Isla, su marido se va convirtiendo en un desconocido, como dice una cita de Dickens hacia el final del libro “ cada corazón palpitante es un secreto para el corazón más próximo, el que dormita y lae a su lado”.

Marías  analiza aquí lo fluctuante de la identidad y de identificación que  los otros hacen de nosotros. Indiga  en “un tipo de personas que se van, desaparecen, a veces reaparecen y a veces hay dudas sobre su identidad” . La extrañeza triunfa sobre el reconocimineto. Hay dos obras que son muy del gusto de Javier  Marías  que hablan de la vuelta del marido al que se creía muerto o del que  no se sabía si continuaba vivo: “ El coronel Chabert”, de Balzac, novela del que hará un profundo análisis en “Enamoramientos” y “La mujer de Martin Guerre”, un libro de Janet Lewis, en que un marido de vuelta al hogar  causa dudas sobre su identidad a la mujer, sorprendida de un marido mucho mejor que el que se había ido.  Resulta un impostor, pero mejor que el original.  Cambio, pérdida de la identidad, extrañamiento de los demás, solución que le dan a la situación...todo esto lo encontramos en esa novelas. Las dudas o sospechas sobre la identidad del otro, nos muestra la solidez o la fragilidad de las relaciones y coloca a los personajes ante difíciles dilemas morales. Berta, llena de dudas y angustias, decide la espera indefinida en el tiempo, la espera abierta en la que conserva una especie de lealtad.

Esta novela de Marías tiene la suficiente calidad y genera la suficiente curiosidad para leer sus más de 500 páginas. No discuto que es toda una proeza mantener una novela tan extensa con dos personajes y solo dos voces narrativas:  la tercera persona con la que se nos narra la vida de Tom; la primera persona en la narra Berta Isla.   Sin embargo, tiene, en mi opinión, los mismos defectos  de los que está aquejada toda su obra. Leyéndolo recuerdo siempre el consejo que se daba a sí mismo Henry James “Muéstralo, no lo digas”. El problema del Marías es que dice demasiado, discursea y muestra muy poco. No es que no tenga esa cualidad como escritor, simplemente le gana siempre su  tendencia  “filosofante” reflexiva, generalizante. Marías extiende sus párrafos en  ramificaciones: se le ocurre una idea y enseguida percibe sus derivaciones, sus asociaciones...y no se resiste a escribirlas. Eso recarga considerablemente la narración. Es su tendencia porque sí sabe mostrar:  hay momentos en que nos hace ver a los personajes vivos, como ese rato que pasa Berta Isla mirando desde su balcón al banderillero, un amante ocasional al que conoció con 18 años y  al que había vuelto a citar después de 20 años en la cafetería Oriente. Esos minutos están magistralmente narrados. En esos momentos, los lectores “estamos allí”.. Las acciones propiamente dichas de Tom como espía no se nos narran, como si Marías reconociera su incapacidad para la novela de acción. Tampoco sabemos mucho de lo que pasa por el interior de Tom porque Marías lo convierte en un personaje sin introspección  ni al autoanálisis. Total que se nos dice muchas abstracciones y generalidades sobre este personaje. Se nos viene a decir que vive torturado, pero realmente no se nos muestra esa tortura interior.  Además hay páginas cuya inclusión chirría en la historia como toda la información sobre un episodio en el enfrentamiento entre los unionistas y el IRA. Tampoco veo que haya creado un personaje profundo e inolvidable con Berta Isla. A mí me ha irritado es esquema que sigue Marías en la novela: hombre de acción, ausente largas temporadas del hogar, como Ulises; mujer que  lo espera años y años ( Penélope) si no fiel sexualmente, con lealtad, al menos. Es muy cansino ver orbitar la vida de una mujer en torno al héroe o al villano. Es aburrido  ver otra vez la dicotomía entre el hombre que trabaja para la Historia y la  mujer que se queda en la insignificancia de su domesticidad. Cierto que dedicarse a los grandes asuntos de la historia es el relato con el que se consuela Tom Nevison durante un tiempo. 
Pese a los grandes elogios que ha merecido esta novela, a mí me resulta un Marías repetitivo y estancado.





viernes, 7 de junio de 2019

COMENTARIO DE ALGUNOS ASPECTOS DE " EL MAR, EL MAR", DE IRIS MURDOCH


Los nueve años prodigiosos: de “El sueño de Bruno” / 1969) a “El mar, el mar” (1978)

“El mar el mar” ( 1978), de Iris Murdoch es  la culminación de nueve años de intensa labor novelística, desarrollada entre 1959 y 1978,  en los que la autora  escribió  sus mejores novelas : El sueño de Bruno (1969), Un hombre accidental (197o), Una derrota bastante honorable (1971), El príncipe negro (1973), La sagrada y profana máquina del amor (1974), El hijo de las palabras (1975), Henry y Cato (1976).
“El mar el mar” recibió el prestigiosa premio Booker y es considera hoy en día como  una de las mejores novelas del siglo XX, si bien  todavía se le escatima la entrada en el canon literario.

El título

Es esta una novela plagada de innumerables referencias literarias, que empiezan por  el título mismo, que  remite,  por lo menos, a tres obras:  la primera, la Anábasis, de Jenofonte, en la que los miembros de la expedición  de los Diez Mil gritaron ¡ El mar, el mar!” cuando divisaron el Mar Negro y se sintieron a salvo.La referencia a la Anábasis le llega a Murdoch a través de uno de los versos de “Cementerio marino”de Paul Valéry  en cuya última estrofa hay un verso que cita a los griegos gritando “La mer, la mer, toujours recommencée! ( “El mar, el mar, siempre recomenzando”, La tercera referencia es a  “La Tempestad” de Shakespeare, obra que funciona  a modo de plantilla de esta obra de Murdoch. Recordemos  que en “ la Tempestad” la acción transcurre  en el mar mismo y en una isla; la reduplicación aparece además en una cancioncilla  de Esteban, quien botella en mano canta” ¡No me veréis ir al mar, al mar;! Aquí quiero morir en la riberas” 
 El mar es no solo un escenario, sino una metáfora dotada de una  rica polisemia  a lo largo de la novela: refugio, salvación, muerte,  amenaza, totalidad  o realidad  inabarcable, realidad insondable, dios (Poseidón) que da y arrebata la vida, eternidad y fugacidad, cambio y permanencia...
Como en otras novelas anteriores ( “El sueño de Bruno”, “El príncipe negro”) Murdoch utiliza como intertexto una obra de Shakespeare, el ya citado de La Tempestad”.El mar, el mar tiene mucho de relectura de esta última obra de Shakespeare.

La trama

Charles Arrowby decide retirarse del mundo del teatro, donde ha tenido una exitosa carrera de director,  abandonar Londres e instalarse en una destartalada torre solitaria, perteneciente a una pequeña aldea de la costa inglesa . En la primer parte de la novela (Prehistoria) cuenta, en forma de diario, sus actividades cotidianas, la preparación de sus comidas, sus zambullidas en el mar, las reflexiones sobre por qué se ha retirado allí y sobre sus relaciones amorosas fracasadas. El objetivo de su retiro es librarse de su egoísmo y “convertirse en un hombre bueno”. Su tranquilidad se ve alterada cuando descubre que allí cerca vive Hartley, una mujer de su edad, con la que vivió en la infancia y adolescencia una historia de amor.Una historia de amor, que es también una historia de abandono puesto que Harley deja sin explicación alguna a Charles.  Este descubre que la Harley reencontrada está casada con un militar retirado, Fitch, del cual se lleva una pésima impresión.En Arrowby se despierta una obsesión enfermiza por ella, idealiza  su relación adolescente y decide convencerla de  que huya con él para vivir felices sus últimos años. Arrowby incluye en el término “convencer” el acoso y el uso de la fuerza. La situación se complica  cuando aparece Titus, cuya relación son los Fitch, sus padres adoptivos, era tan insoportable que había huido de casa.  Firch tiene la sospecha de que Arrowby es el verdadero padre de Titus y parece ser una obsesión que ha envenenado  la vida de la familia durante años, desde el momento mismo en que Harley le habló de su antigua relación con Charles por miedo a que su marido la descubriera por su cuenta. Una nueva obsesión se suma a la primera y Charles, cuando aparece por su Torre el muchacho, decide hacer de él su hijo. Como Harley no “entra en razón” decide raptarla utilizando para ello de cebo a Titus. Poco después del rapto, la casa empieza a llenarse de visitantes: James, el primo de Charles; Gilbert, un actor cómico, y Peregrine, otro actor. Estos le convencen a Arrowby de que entregue a Harley a su marido. Charles la devuelve, pero su obsesión por Harley y su creencia de que tarde o temprano ella  irá a su encuentro  va en aumento. Poco después se entera de que el matrimonio Fitch ha abandonado la aldea y se ha mudado definitivamente a Australia. Ahí se acaban sus esperanzas, aunque todavía tiene alguna fantasía de perseguirlos. La novela se cierra con el despertar de Charles de su ilusión, con su reconocimiento de que había idealizado su amor  por Harley y de que lo único que tenía idealizado era, en realidad, su propia juventud, de imposible recuperación. En el fondo lo que late en él es el miedo al envejecimiento y a la muerte.

Personajes

Hablando de la obra de Iris Murdoch, afirmaba el autor del “Canon occidental”, Harold Bloom, que la no inclusión de esta autora en dicho canon  se debía  al  hecho de que, siendo un gran escritora, no había introducido en la literatura ningún personaje memorable, no tenía ninguna obra que pudiera considerarse cumbre, y utilizaba un lenguaje y unas técnicas novelísticas anacrónicas, cercanas al realismo de Tolstoi o Henry James  y totalmente alejadas de la revolución de Joyce, Faulkner o Samuel Beckett.

Es cierto que Iris Murdoch parece repetir de unas novelas a otras ciertos personajes que se podría identificar con el mago, el santo, el duende, la bruja, el adolescente desorientado, etc. Eso no quiere decir que carezcan de riqueza, sino que con ellos Iris Murdoch intentaba conectar con tipos tradicionales tanto de las obras de su admirado William Shakespeare, como de los cuentos populares. 
Cabe preguntarse sobre qué plantilla está creado cada uno de los personajes de “El mar, el mar”. Véamos.

Charles Arrowby

Es el protagonista y narrador de la novela. Su referente  es el mago demoníaco, el hechicero maligno, detentador de un poder fascinante sobre los demás. En cierta medida, Murdoch lo identifica también con los malos artistas, con aquellos que no hacen un bien moral con sus obras.  Sería la contrafigura del propio Shakespeare, autor, director y autor teatral, pero de los buenos.  Y es que, en efecto, Arrowby es un artista retirado de teatro donde ha sido director, dramaturgo  y también autor. Arrowby ve el mundo como veía el escenario, un lugar donde él es un  dios, donde tiránicamente reparte papeles y modifica la interpretación de los actores, donde marca cuando tiene que entrar y salir cada uno  del escenario. Es el dios adorado, obedecido, temido para quien el resto son simples mortales vulgares, intercambiable, prescindibles. Como mago del teatro, sabe los trucos más efectistas, los trampantojos más originales. Histriónico, se siente feliz por el mal y el daño que causa; su racionalizaciones son tan grotescas que enseguida se convierte en un narrador sospechoso, no fiable.  Así quiere dirigir también su propia vida, imponiendo a los demás su voluntad como sea, incluida la violencia, el acoso. Su ego es enorme, tanto que piensa que el mundo no es sino una elongación de su yo . En  un momento dice “  en realidad, “...pensándolo bien, casi todo lo que hay en el mundo tiene que ver con mi situación”.  Narra su historia en primera persona, pero para el lector se convierte enseguida en un narrador no fiable. Todo queda sometido a la deformación de sus deseos, de sus ilusiones, de sus mentiras. Incapaz de ver al otro, encerrado en su egocentrismo, no podrá salir nunca de él. No soportando la felicidad en los otros,  ha dedicado  su vida a romper la relación de parejas felices. Envidioso y con complejo de inferioridad hacia James, su primo, es incapaz de percibir el amor de este. Se fue a la torre, junto al mar, a escribir sus memorias y a convertirse en un hombre bueno; evidentemente, no lo consigue.  Su vida acaba siendo, hasta a sus propios ojos, una obra estruendosamente fracasada ; y como un actor despedido de todos los teatros, como un director en sus últimas horas, desfasado y descatalogado,  no sabe vivir porque resulta que se ha quedado sin guión, ese guión en el que él era un mago poderoso, un dios, un hacedor caprichoso. En sus últimos días, desposeído de papel, fuera de la función, verá pasar  las horas en la desesperación. Tampoco entonces se hará bueno. Dicen que Murdoch se inspiró en uno de sus amantes, Elias Canetti, para la construcción de este personaje, y de todos los personajes tiránicos de sus obras. Ella experimentó por Cannetti ese tipo de fascinación al que parece sometida Lizzie o Rosanna, una fascinación por el poder. Como le dice Rosanna a Arrowby: “...esas mujeres llamaron por tu poder, por tu magia, porque has sido un brujo. Y ahora, se acabó. Soy la única que te ha amado por ti mismo y no por tu aureola de invencible.”
Tampoco hay que olvidar las numerosas coincidencias con el protagonista de “La Tempestad”, Próspero.

Mary Hartley Fitch

Harley viene a ser la princesa cautiva, al menos bajo el punto de vista de Arrowby.En ese sentido, Arrowby se siente como el príncipe llamado a despertarla, como a la bella durmiente. Sin embargo, Harley, que parece pasiva, tiene un férrea voluntad, que al final vence a Arwowby. Es más, consigue deshacerse de este como fantasma del pasado, como sueño de una posibilidad, que conservaba la fascinación de lo irrecuperable.

Titus

Titus representa al doncel, al adolescente desorientado que está a punto de iniciarse en la vida y sobre el que cae el rayo de la desdicha prematuramente. Un hijo del mar ( no sabe quiénes son sus verdaderos padre), muerto en el mar.  Es también el clásico joven que emprende un viaje en busca de sus orígenes. La elección del nombre no es causal, por supuesto. Murdoch hace referencia a los cuadros de Rembrand, en los que pintó a su hijo Titus. El nacimiento de este hijo de Rembrand  vino acompañado por la desgracia, ya que su madre murió a consecuencia  del parto, y para dolor inmenso del padre, Titus morirá muy joven y repentinamente.
Titus buscaba, como todos los personajes, el amor.  En ese sentido, para Titus, sus padres adoptivos eran  seres maléfico, si hemos de creer algo de lo que nos cuenta  Charles Arrowby, quien  quería convertirse en su padre espiritual, en su mentor, cosa para la que, en realidad, le faltaba bondad y generosidad.Al final, Titus no fue sino un arma más en manos de Charles, que habría propiciado su muerte en el reparto.

James Arrowby

El primo de Charles podría  representar  el mago bueno,  el hombre bueno, quizá el santo, dada esa muerte beatífica con la que se fue  voluntariamente del mundo.  Su vida estaba marcada por su fracaso al no lograr salvarle la vida  al hombre del que estaba enamorado, una impotencia del amor que lo desequilibra. Es quien salvará  de las guarras de la muerte, de manera sobrenatural, a Charles, cuando este caiga en  una poza marina. La envidia de Charles a su primo provenía de que nunca había  podido dominarlo ni manipularlo y de que lo sabía  moralmente superior a él, en cierta medida sabía que representaba  al hombre bueno que él  no podrá ser nunca.

Benjamin Fitch

Es hombre, con un configuración física que recuerda la de un toro. Para la mirada de Charles Arrowby, es el ogro que tiene prisionera a la princesa. Bajo otro punto de vista, puede verse como el dragón que la guarda de los príncipes farsantes. Para Arrowby represente el mal supremo, el carcelero, el ser de instintos animales y asesinos, el tirano. Sin darse cuenta, al describir a Fritch nos descubre, en realidad, como es él. 

Gilbert Opian

Gilbert Opian es el esclavo dócil. Actor cómico, representa la máxima plasticidad en manos del director de teatro, la ausencia de queja, de rebelión. Es el bufón o el duende.  Es el gran adorador de Charles, adoptará para él la forma que desee.

Peregrine

Peregrine tiene algo de Hamlet, es el vengador, si bien  como él duda sobre la venganza que debe ejecutar sobre Charles y le muestra una sumisión falsa. Como Hamlet habla más que hace, hasta que es capaz de liberarse y reconquistar su lugar. En este caso, es la recuperación de su matrimonio con Rosina, que Charles había roto concienzudamente, por placer, por ejercer el poder, por gobernar la vida de los otros.

Rosina

Bajo la perspectiva de Charles Arowby, Rosina es la bruja, representa la maldad, el deseo de dominación, la venganza, la amenaza. Escapa al control de Charles; es como Morgana, un hada que acabó siendo una bruja malvada. Al final de la novela se convierte se vuelve a enamorar de  Peregrine, su exmarido, del que había sido separada por la fascinación de Charles. 

Lizzie

Lizzie es  otro duende, es el Ariel de la Tempestad; tiene como él la capacidad de la transformación, del cambio de apariencia.  Atada a Charles por una especie de sentimiento de culpa, de necesidad de agradecimiento,  en el fondo, lucha por deshacerse de ese compromiso. Durante toda la obra hay un tira y afloja , un movimiento de vaivén, hasta que al final, Lizzie se convierte en una protectora voluntaria y ocasional  de Arrowby. 

Temas

 El amor y el bien 

El tema principal de esta novela, como el de la mayoría  de ellas, es el amor  y su relación con el bien. No ha de entenderse este término en el sentido  dado por la novela sentimental, con la que tantas veces se  ha emparentado la obra de Murdoch. Hemos de recordar  que Iris Murdoch era una filósofa y que en la literatura encontró las herramientas para indagar sobre temas de la filosofía moral. Iris Murdoch será uno de los versos sueltos de esa época en que  dicha rama de la filosofía estaba  muy desprestigiada. Y es que su concepción del amor  parte de su concepción ética, muy influida por Platón.  Recordemos que para el  filósofo  griego el amor era la fuerza que mantenía  cohesionado el universo, la mediadora entre hombres y dioses; amar era  una aspiración a la belleza y al bien; amar  era un movimiento del alma hacia el conocimiento de la idea suprema del bien. Para Irish Murdoch, el amor es el sentimiento que hace que salgamos de nuestro solipsismo, del egocentrismo. Ante todo  amar es ver al otro, contemplarlo con atención, percibir la alteridad. Para llegar a ello el yo tiene que despojarse de sus ilusiones, de sus deseos,  de sus fantasías, de sus manipulaciones y autojustificaciones, en definitiva,  de las sombras de la caverna que le impiden conocer verdaderamente. Con Charles Arrowby, Iris Murdoch nos muestra precisamente a un individuo incapaz de salir de la cueva platónica. Tan pagado de sí mismo, tan ególatra, tan tiránico que no ve  el mundo sino como  una extensión de su yo, de su dominio en los dos sentidos de la palabra. Llega a decir  “en realidad, pensándolo bien, casi todo lo que hay en el mundo tiene que ver con mi situación.” página 165  Así pues, Harley es él mismo, una parte de sí mismo, la más pura; por lo tanto, Harley no puede negarse a amarlo, solo tiene que re-conocer que lo ama, despertar a lo que ya es. Su aspiración al bien que declara al principio de la novela se vehicula a través de su pretendido amor por esa anciana que un día fue su amor adolescente. Esta incapacidad de ver al otro, su alteridad es lo que le conduce inevitablemente al fracaso más rotundo. Por otra parte, el amor que inspira en las mujeres, en Lizzie, en Rosana está hecho de fascinación y rechazo. Ellas lo ven tal y como es; su problema es que no son capaces durante años de salir de su influencia maléfica. Solo cuando salen de la sumisión pueden amar a otros, como es el caso de Rosana, que vuelve con su exmarido. Del amor entre Hartley y Ben no podemos saber su índole porque sus actos siempre están sometidos a la interpretación de Charles o de Titus. Al final, sin embargo, parece que ellos también escapan de las influencias malignas y acaban siendo un matrimonio feliz. 

El arte 

El arte va a ser otro tema que ocupe mucho tiempo en las reflexiones de Iris Murdoch. En uno de sus ensayos filosóficos “ El fuego y el sol” trata de salvar el arte y a los artistas que, como es bien sabido, son expulsados de la República de Platón. Para Platón los artistas no eran sino copiadores de copias, unos engañadores. Murdoch va a introducir la diferencia  entre los malos artistas y los buenos artistas. Efectivamente, los malos artistas son los que nos conducen al engaño;  los buenos, por el contrario, nos guían en el conocimiento y en el camino del bien; lo hacen sobre todo develándonos, precisamente, los engaños que nos impiden ese camino. 
Para Iris Murdoch, el modelo de buen artista es Shakespeare cuya obra, si bien no nos indica el camino de la salvación, nos indica los caminos por los que nos desviamos. En “El fuego y el sol. Por qué Platón desterró a los artistas” (1977) la autora nos lo dice así:“El gran artista, al mismo tiempo que nos muestra lo que no se salva, implícitamente nos enseña lo que significa la salvación” Charles , al igual que Shakespeare, se retira del teatro donde ha sido dramaturgo, director y actor. Pese a su prestigio, parece que al final toda su influencia se disuelve rápidamente en  poco tiempo; no ha sido más que un mago que con sus trucos ha encandilado (engañado) por un tiempo al público, a críticos, a actores…, pero no ha sembrado nada. Arrowby es el mismo farsante en su vida que en su teatro; o dicho de otra manera, todo es una representación  en la que él cree tener el poder de creación y de ejecución. El colmo es que pretende retener esa vida en sus memorias, en su diario. No es que la dedicación al arte haya vaciado su vida y quiera recuperarla después, llenarla con el amor a Hartley: su arte era un arte vacío, una falsificación,  un mal arte, todo en él eran malas artes igual que su vida En palabras de W:H.Auden "Únicamente el arte muy grande infunde vigor sin consolar y hace fracasar nuestros intentos  de utilizarlo como algo mágico" 

El poder

Decíamos que Arrowby  no consigue ni ser bueno,ni ama realmente a Harley. Su motor interno es la voluntad de poder sobre los otros; el individuo que quiere el poder se pone siempre por encima de los demás, se siente superior a ellos y con el derecho de despreciarlos.  Sin embargo, esa convicción de los poderosos sobre lo merecido de su poder ejerce una fascinación durante un tiempo en los otros. Así,  muchas mujeres se “enamoran” de Arrowby guiadas por esa fascinación, que ellas también confunden con el amor. Por eso, cuando Arrowby va perdiendo poder, pierde su magnetismo y permite a algunas mujeres comprender que lo que ellas creían amor no era sino subyugación. 





miércoles, 29 de mayo de 2019

LLUVIA FINA, DE LUIS LANDERO

De Luis Landero, he de confesarlo, solamente había leído su obra más conocida “Los juegos de la edad tardía”. Puede que esa lectura la hiciera a una edad demasiado temprana, y anduviera en busca de otros mensajes por entonces. Después de leer “Lluvia fina”, tengo el sentimiento de haber perdido mucho habiéndome privado tantos años de la obra de este autor.

 “Lluvia fina “ es una excelente  novela  desde su título hasta la última línea, hazaña que los escritores consiguen muy pocas veces.   Lo más asombroso es que Landero hace nuevo el viejísimo tema de  los rencores  familiares enquistados que no dejan nunca de supurar pus infestando el presente y el futuro. Con gran maestría  hace de Aurora, un personaje  que parece solamente un peón del tablero, la “centralita” por la que pasan todas las voces de  los otros personajes:  Sonia y Andrea, las hermanas de su marido Gabriel, Sonia,la madre de todos ellos y  Horacio, el exmarido de Sonia. Recurre el autor al estilo indirecto libre que modula ágilmente todas las voces y  dota a la narración de una cadencia de lluvia fina, de esas que parecen que no calar y, sin embargo, van penetrando insidiosamente hasta los huesos . A  Aurora  le  llega   el repiqueteo machacón  de las voces que vuelven  una y otra vez  en cada acontecimiento nimio del presente a sus frustraciones del pasado, a esos momentos de la historia familiar  que cada cual  recuerda de una manera no solo diferente, sino diametralmente opuesta, como si todos se sintieran víctimas y ninguno aceptara su papel de verdugo. Son seres aferrados a sus desgracias,  incapaces de salirse de la narración que se hacen a sí mismos de su pasado; convencidos de que su perspectiva es la única y la verdadera, y  condenados a vivir su presente como una secuela ineluctable de lo que los demás le hicieron.

Aurora, con su  capacidad de escucha educada y empática, es el recipiente de esos odios cruzados, tanto que parece que  no tiene  más función en la vida  que la escucha pasiva y empática de las desgracias ajenas . Por lo demás, parece que solo ella y Gabriel han alcanzado cierta felicidad en la vida;  pero  solo  lo parece, porque la única historia que  Aurora no “escucha” durante mucho tiempo es la propia, la de su matrimonio " modélico  con Gabriel, el profesor de filosofía que parece haberse hecho con la piedra filosofal para transmutar todas las desgracias. Por decirlo de alguna manera, Gabriel es el personaje "tapado".

Otro acierto de Landero es condensar en un momento del presente todas las rencillas y odios del pasado. Gabriel propone algo que parece muy inocente: celebrar el cumpleaños de la madre. Tal propuesta para la reconciliación es la que acaba por desatar la guerra total.  El final, inesperado  y contundente arroja de pronto un relámpago de luz sobre todo lo que ha sabido  hasta ese momento el lector. El relámpago ilumina  esa lluvia fina que al final se convierte en tormenta.




domingo, 19 de mayo de 2019

IRIS MURDOCH, IN MEMORIAM


VIDA Y OBRA DE IRIS MURDOCH ( 1919-2019)


Entorno familiar

Iris Murdoch nació en Dublín el 15 de julio de 1919. Se cumplirá este año, por lo tanto, el centenario de su nacimiento. Su madre era una mujer jovial, optimista, vital; estaba muy dotada para el canto, si bien abandonó su carrera para casarse. El padre de Iris Murdoch era un humilde funcionario, un funcionario de tercera con escasos ingresos. Cuando Iris era aún una niña, la familia emigró a Londres. El padre tenía una gran afición por los libros y aspiraba a darle a su hija una buena formación académica, para lo cual hizo grandes esfuerzos económicos. Los Murdoch fueron una familia feliz, y fue sin duda en esas vivencias donde la luego filósofa aprendió que el Amor y el Bien existen, aunque no tengamos ninguna certeza avalada por la filosofía o por la ciencia.


Vida académica (Oxford)y reclutamiento para la guerra (39-45), finalización de sus estudios - tesis doctoral 1947-1948 (Cambridge)


En 1938 ingresó en la universidad de Oxford para realizar estudios humanísticos de filología clásica, historia antigua y filosofía. Por estas fechas, muchos intelectuales y académicos alemanes habían huido  de su país por el ascenso del nazismo; algunos de ellos serán profesores de Iris Murdoch. Iris será la alumna predilecta del helenista  Eduard Fraenkel y de Donald M. Mackinnon.  Con Fraenkel, un hombre mucho mayor  que ella, casado, mantendrá una relación que rozará lo erótico y que contiene el esquema de sus futuras relaciones amorosas, basadas, sobre todo, en la admiración intelectual que Iris Murdoch sentía por sus amantes.


 En esta época de estudiante, Iris Murdoch militó en el Partido Comunista, hecho que le va a ocasionar después algún problema: en EEUU se le ofreció un ventajoso contrato para impartir clase; Murdoch no ocultó que había militado en el Partido Comunista, por lo que le fue prohibida la entrada en el país. Nada consiguió una amplia movilización a su favor de numerosos intelectuales, algunos tan sonados como Bertrand Russell. 


Estallido de la Segunda Guerra Mundial 


Iris Murdoch, como la mayoría de las jóvenes de la época, fue reclutada al inicio de la Segunda Guerra Mundial. Trabajará para un organismo  de Naciones Unidas destinado a atender a refugiados, desplazados y gentes desesperadas por la miseria y el hambre. De este trabajo, sin duda, sacó lecciones inolvidables.


Todavía trabajando para Naciones Unidas, en 1945 y en Bruselas conocerá a Jean-Paul Sartre, quien estaba a punto de convertirse en el filósofo estrella de la posguerra. Iris Murdoch quedó impresionada por  Sartre  y será a él a quien dedique su primer libro en 1953  "Sartre, un romántico racionalista".


Reincorporación a la universidad: finalización de sus estudios y trabajo docente. Primera novela, relación don John Bayley.

Acabada la guerra, se reincorpora a la universidad ( a Cambridge) para acabar sus estudios. El mismo año de su reincorporación se había retirado de ella Wittgenstein. Sin embargo, en la universidad quedó un círculo de alumnos y profesores que trató asiduamente Iris Murdoch, por lo que sin duda conocerá perfectamente sus teorías sobre el lenguaje. Murdoch, en más de una ocasión recordó los años estudiantiles como los de una juventud llena de movimiento, acrobacias y muchos lances sexuales, con hombres y también, con mujeres.

Entre 1948 y 1963 va a ejercer la docencia como profesora de filosofía en Oxford. En 1954, cuando tenía 35 años, Murdoch publica su primera novela, "Bajo la red". Por esa misma época conoce a John Bayley, un estudiante universitario, varios años menor que ella, con el que se casaría dos años después de conocerlo. Bayley se convertirá posteriormente en un excelente crítico literario.



En 1963, Murdoch abandona la universidad alegando que quiere dedicarse a la literatura. Sin embargo, el motivo real parece ser que se descubrió su relación amorosa con una colega, hecho que fue un enorme escándalo. Para calmarlo, se propuso la salida de Iris de la universidad.

Desde 1969 y en toda la década de los 70, Iris Murdoch se va a entregar a un vendaval creativo. Son las novelas de su plenitud como escritora:



  • El sueño de Bruno (1969)
  • Un hombre accidental (197o)
  • Una derrota bastante honorable (1971)
  • El príncipe negro (1973)
  • La sagrada y profana máquina del amor (1974)
  • El hijo de las palabras (1975)
  • Henry y Cato (1976)
  • El mar, el mar (1978)

Enfermedad

En 1995,  Iris Murdoch estaba dando una conferencia en Jerusalén. En el coloquio con el público, alguien le hizo una pregunta; Iris se quedó muda, balbuceante: no había entendido lo que le preguntaban y fue incapaz de articular palabras. Episodios de este tipo se irán repitiendo llenando de preocupación a marido  y amigos. En 1997 le diagnosticaron Alzhéimer . Su marido la cuidará hasta que su mujer muere en 1999. John Bayley publicará ese mismo año  unas memorias que había empezado a escribir durante la enfermedad  de Iris en las que además de contarnos esos años de asistencia  a su mujer, irá más atrás en el tiempo. El título que les dio fue "Elegía a Iris", y constituyeron un enorme éxito.

La vida amorosa de Iris Murdoch 

Iris Murdoch vivió numerosos enredos, líos o historias amorosas ya desde sus años de estudiante en Oxford. Estos no disminuyeron al iniciarse su relación con John Bayley ni tampoco tras  su matrimonio que fue un matrimonio feliz, según sus propios testimonios y los de su entorno.  Para entender la novela de Iris Murdoch es interesante conocer su concepción de estas relaciones. El propio marido, en su obra "Elegía a Iris" dice :

"...yo sabía que Iris tenía varios amantes con los que jugaba  al mismo tiempo. También intuí - no se muy bien cómo, pero acerté- que ella concedía sus favores por admiración o respeto, en virtud , más de los atributos divinos que de los físicos de los hombres que la solicitaba. A los hombres que eran dioses para ella, ella también los consideraba eróticos, pero el sexo le parecía un elemento marginal, no un fin en sí mismo" ( Elegía a Iris, pág. 55)

La promiscuidad de Iris era una forma de relacionarse con la gente a la que admiraba, hombres o mujeres. Una de esas personas fue Elías Canetti, con quien tuvo una larguísima relación. Canetti, sin embargo, escribirá una páginas repugnantes, insultantes, mezquinas sobre Iris. Aun así hay en el capítulo que le dedica en sus memorias unos párrafos que coinciden con la percepción que el propio Bayley tenía de la promiscuidad amorosa de Iris . Así dice en "Fiesta bajo las bombas":

"Era insaciable en su impulso de enredarse en relaciones difíciles y complicadas; pronto supe cuando un hombre era importante para ella. En realidad, todo eran aventuras; su sed de conocimiento era grande. Los amigos que tenía en Oxford eran, por lo general, especialistas en alguna materia, algunos realmente brillantes, de los que ella aprendía cuanto cabe aprender en el curso de una relación amorosa; nunca renunciaba a uno por otro, y así se metía en los mayores líos; le resultaba imposible renunciar a nada. Es justo añadir que,a su manera, Iris se sentía muy agradecida hacia aquellos a quienes había robado el espíritu, y que en el transcurso de los años no olvidó a nadie que alguna vez le hubiera hecho bien. (...) En sus sentimientos hacia todos Iris era una poeta; nunca olvidó a quienes había comprendido." ("Fiesta bajo las bombas. Los años ingleses")

En otro lugar de "Elegía a Iris", John Bayley completa esa visión de la vida amorosa multiforme de Iris:

" Cuando nuestra relación se hizo más seria, y nos dimos cuenta de que nos encaminábamos inevitablemente o bien a una separación  o bien hacia una solución que por entonces todavía no podíamos prever, Iris mencionó una o dos veces el mito de Proteo. Fue una respuesta a mi desesperado comentario de que no la entendía o que no entendía en la mujer en la que se transformaba  para las numerosas personas con las que se relacionaba. "Acuérdate de Proteo", solía decirme, "tú no me sueltes y todo irá bien."

Proteo es un personaje de la mitología griega que tenía el poder de cambiar de forma a voluntad: en león, en serpiente, en monstruo, en pez...hasta que, un día, Hércules lo agarró y lo obligó a tomar su forma humana.

Iris Murdoch y la filosofía

Iris Murdoch, pese a su dedicación a la novela, no dejó nunca de estudiar y escribir filosofía. Su formación, de hecho, es filosófica. Sus dos obras fundamentales son "el fuego y el sol" y  "La soberanía del bien".

En  "El fuego y el sol", basado en las conferencias que dictó en Roma en 1976, Iris Murdoch examina la visión de Platón sobre el arte y, en particular, las razones de la manifiesta hostilidad del filósofo hacia él. Para ello la autora, al tiempo que realiza un sintético recorrido por los elementos que fundamentan las teorías platónicas sobre la Belleza, busca una explicación al hecho de que el pensador griego atribuyera tanta importancia en su obra al papel que desempeña la Belleza, pero, paradójicamente, denigrara a los artistas. Apoyándose en el contraste entre las engañosas sombras del fuego de la Caverna y la luz del sol, iluminadora de la Verdad, Murdoch pone de relieve la labor primordial que desempeñan los creadores en la revelación de lo trascendente.Su certero examen se ve además enriquecido con las ideas sobre esta inagotable y apasionante cuestión de figuras tan destacadas como Kant, Kierkegaard, Freud, Tolstói o Jane Austen.


 La soberanía del bien.Especialista en Platón, relacionada con la escuela de Wittgenstein, pero siempre radicalmente independiente, Murdoch reunió en "La soberanía del bien" (1970) tres conferencias que resumen lo que había sido su investigación filosófica desde la década de 1950.A diferencia de la mayoría de sus colegas en Oxford y Cambridge, Murdoch estaba interesada sobre todo en la vida moral y en las posibilidades reales que el ser humano tiene de hacerse mejor persona. La idea del Bien en un mundo sin Dios fue siempre su principal preocupación y a ella le dedica estos tres ensayos combativos y edificantes.


El contexto en el que escribe Iris Murdoch es el de una Europa filosófica exhausta, una Europa  física y espiritualmente  en ruinas. Hannah  Arendt  vio la raíz del malestar en que la filosofía occidental que se había apoyado desde Plantón en los conceptos, había llegado a una completa desconfianza de ellos .De la mano de Wittgenstein se había llegado también  a la  desconfianza en el  lenguaje. Martín Heidegger, por su parte,  había desmantelado los últimos restos de la metafísica occidental sin ser capaz de proponer nada en su sustitución. El sujeto había desaparecido de las consideraciones filosóficas.  

Las corrientes que dominaban en la época en que Iris Murdoch escribe son la filosofía analítica, el existencialismo francés, el marxismo y el psicoanálisis. Con ninguna de ellas se identifica Iris Murdoch. Va a elegir una rama de la filosofía, la filosofía  moral, totalmente desprestigiada en los círculos filosóficos, que nunca se había recuperado del golpe asestado por Kant en "La crítica de la razón práctica" ni del golpe de  Nietzsche en su "Genealogía de la moral". Wittgenstein y  Bertrand Russell, entre otros,  afirmaban que los juicios  morales no son fácticos, ni comprobables y, por lo tanto, quedan fuera del campo de la filosofía. Solo podemos hablar de los actos morales. Las motivaciones, las razones morales quedaban fuera del campo de la filosofía por darse en ese lugar tan dudoso  que se llamaba  el yo o mundo interior.

Las ideas filosóficas de Iris Murdoch van a contracorriente. Ella defiende no solo la necesidad de la filosofía moral, sino también que la vida moral interior existe aunque no sea visible en actos externos. Defiende la idea del Bien como lo Real y lo Verdadero en la línea de su admirado Platón. Acceder al Bien, es decir, a lo real, es un proceso que parte de destruir las ilusiones que nos impiden verlo, sobre todo, las ilusiones construidas por el yo. El Bien es para Iris Murdoch una idea casi innata de la naturaleza humana y hay una tendencia natural hacia él. El filósofo, y por ende, cualquier ser humano tiene que hacer un esfuerzo para ver el No-yo, rasgar su conciencia egoísta y unirse al mundo tal cual este es. Se trata de mirar el mundo con atención, prestarle atención. Esta noción de "atención" a lo que está fuera de nosotros, la toma Murdoch de la filosofía de Simone Weil. El prototipo de hombre atento al mundo, que sale de sí mismo, es el artista, y  más en concreto, el pintor, quien pone toda su atención en la realidad, se olvida de sí mismo y nos ofrece una nueva mirada sobre las cosas. La gran tarea del ser humano es llegar a ser mejor a ser "real", a ser "verdadero". Ese  interés por el hombre bueno, moralmente bueno, late tanto en la filosofía como en la literatura de la autora irlandesa.

La literatura de Iris Murdoch. 

Como hemos dicho, la carrera novelística de Murdoch  empieza con la publicación en 1954 de "Bajo la red". A lo largo de su vida escribirá 26 novelas,  seis obras de teatro y  libros de poemas.
Sus novelas no son novelas filosóficas en el sentido de que incorpore a ellas discurso y terminología de la filosofía; sin embargo, la novela es para ella un modo de indagación de lo que también le preocupaba como filósofa: la moral.Sus novelas indagan en la moral a través de innumerables situaciones. Pensaba Iris Murdoch que la novela tenía unas herramientas para indagar en la moral de las que carecía la filosofía.

No es de extrañar que le gustaran tanto a Iris Murdoch las novelas que más habían indagado en la dimensión moral íntima de los personajes: la novela decimonónica de Henry James, de Tolstoi o post-realista de Proust.



Contrariamente  a sus amigos filósofos, ella tenía  una total confianza en la palabra como representación de lo real, en el lenguaje como instrumento de la conciencia moral. En una época en que la imagen de lo humano estaba copada por las ciencias ( utilitario y conductista) ella reivindicaba al  hombre como un agente moral más que como un ser científico.

Esta búsqueda del ser moral hace que todas sus novelas se parezcan bastante. Harold Bloom, el autor de "El canon occidental", le decía que su problema para no entrar en el canon estaba en que no había escrito una novela cumbre, sino que su calidad se encontraba repartida entre varias de  ellas. Tampoco había creado un personaje inolvidable, un nuevo tipo literario. De hecho, en todas sus novelas vamos a encontrar tipos que representan al mago, al ser intelectualmente poderoso, el adolescente que aún desconoce el mundo, el hombre bueno, el santo, el ángel, el duende...

Para que sus personajes se enfrenten a situaciones y dilemas morales siempre escoge el tablero del amor, en el que según ella misma era toda una experta. 



Muchas veces sus novelas se asimilan a las novelas sentimentales, sobre todo por los enredos amorosos; sin embargo, de donde bebe Iris Murdoch es  de las comedias de enredos de la primera época de Shakespeare, autor  al que admiraba infinitamente. Son esas comedias como "Las alegres comadres de Windsor", "La comedia de las equivocaciones", "Noche de Reyes", "Como gustéis", "La fierecilla domada"... en las que aparecen confusiones, encuentros sorprendentes,  casualidades inverosímiles, mujeres que se disfrazan de hombres, emparejamientos imposibles, enamoramientos súbitos... De hecho algunas novelas tienen como plantilla una obra de Shakespeare: "El sueño de Bruno" a "Sueño de una noche de  verano"; "El príncipe negro" a "Hamlet, príncipe de Dinamarca"; "El mar, el mar" a  "La tempestad".



El tema fundamental es el amor, el enredo amoroso. Iris Murdoch diferenciaba el enamoramiento del amor: el enamoramiento se debe al azar, es inevitable, nos sorprende, nos asalta y hace que fijemos nuestra atención en el exterior, fuera de nosotros;   el amor es una construcción épica  del sentimiento surgido en el enamoramiento.

El amor  conduce al bien, una idea platónica muy querida a Murdoch; pero a veces también nos conduce a la obnubilación, al egoísmo, al desvarío, al mal . Es decir, el amor nos pone en una bifurcación moral, aunque su tendencia es llevarnos al bien. El enamoramiento desata comportamientos y situaciones imprevistas para el sujeto, disparatadas a veces, divertidas, cómicas. 



Iris Murdoch no estuvo nunca interesada por la innovación formal de las vanguardias; sus novelas pueden parecer convencionales, si bien en muchos momentos llevan al lector al límite de la verosimilitud. Por lo demás, Iris Murdoch está lejos de ese lenguaje abroncado, seco, angustiado, distante que adoptó mucha de la novelística de su época.  Es una literatura escrita con alegría, con optimismo, con vena cómica e incluso absurda. Porque para Iris Murdoch el ser humano no es un ser trágico sino cómico, burlesco, aunque ella misma había visto en la guerra que la tragedia también es parte de la vida. No ha de pensarse que este gusto por el enredo implica complejidad; Murdoch alababa la claridad, la nitidez tanto en el pensamiento como en el lenguaje, claridad que no quiere decir simplicidad. 



En un entrevista le preguntaron a Iris Murdoch sobre cuál era para ella el lector ideal. Contestó que aquel que se viera arrebatado por el placer de  la lectura, que disfrutara de la trama , y que reflexionara sobre problemas morales. Sin duda, buscaba un lector con las mismas emociones  que a ella le suscitaba escribir novelas.