La ilusión más temible de la escritura es la que consiste en hacerte creer que puede abolir el espacio, y también el tiempo, volver a hacer presente lo que no está, o alcanzable lo que se ha perdido para siempre. Creo que cedí a esa tentación.TEODOR CERIC "Jardines en tiempos de guerra". Crear un blog literario es algo más humilde, pero tiene las mismas pretensiones imposibles.
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miércoles, 29 de agosto de 2018
Bajo las ruedas (1906), Herman Hesse
El protagonista es Hans Giebenrath, un adolescente algo solitario, inexperto, sensible y dotado de un enorme talento para los estudios. El muchacho se deja dirigir dócilmente por sus maestros de aldea, orgullosos de encontrar un recipiente donde volcar su vanidoso saber. Hans lo mismo lee de corrido La Odisea en griego que a Julio César en latín. El precio de su dedicación al estudio es no vivir su infancia. En un prestigioso y exigente examen estatal logra una plaza en el seminario de Maulbronn. Allí brilla y es querido por su sumisa aplicación hasta que un día todo se tuerce sin que él mismo sepa por qué ni a ningún adulto se le ocurra indagarlo de verdad. Una congoja sutil se apodera del lector, que sí sabe y que desciende por las aguas de ese río oscuro, que es la historia, presintiendo que también él, en cuanto a adulto, ha contribuido a ensuciarlas. La novela fue publicada en 1906 y, más de un siglo después, la acusación perdura.
martes, 28 de agosto de 2018
Homero: La Odisea ( 700 a.C.)
La literatura europea comienza con Homero, un desconocido. Como sucede siempre en estos casos, se acumulan las historias más curiosas sobre el misterioso poeta, autor de La Ilíada y La Odisea. La anécdota más popular es la que afirma que Homero era ciego. El golpe de efecto es potente, ya que, si un invidente había sido capaz de describir el mundo de tal manera que causa asombro siglos después, uno se pregunta: ¿Era aquel ciego un sabio clarividente, profeta. Bardo bendecido por los Dioses que alcanzó la inmortalidad a través de su poesía?
Es inmortal porque sus epopeyas en verso, La Ilíada y La Odisea, constituyen los primeros poemas escritos de Occidente. Homero se sitúa en el umbral del paso de la cultura europea oral a la escrita. Antes de él, la poesía había tenido que apañárselas sin alfabeto: el poeta o el trovador creaba sus obras en su memoria, no ponía nada por escrito y realizaba sus representaciones oralmente, de manera que, por lógica, siempre se producían diferentes versiones. El alfabeto se introdujo en Grecia al tiempo que nacía La Ilíada y La Odisea. Con ello se dispuso del medio para crear literatura, ya que la escritura es necesaria para poder componer y conservar textos complejos.
Desde la alfabetización, el conocimiento y la escritura han estado inseparablemente unidos en Europa. A partir de ese momento, la cuestión de lo que debe y no debe saberse se decide a través de la comparación de textos, calificados como lecturas importantes o prescindibles. Los primeros textos occidentales pertenecientes a esta tradición son La Ilíada y La Odisea, pero desde el instante en que alguien empezó a escribir las obras de Homero sobre un papiro hasta el momento en el cual alguien coge un libro de la estantería y se sienta en un sillón para leer cómodamente, queda todavía un camino inconcebiblemente largo, ya que entre ambos episodios se encuentran los inventos técnicos y culturales de dos milenios y medio.
Se ha llegado a afirmar que la escritura se creó expresamente para las epopeyas homéricas. Aunque esta tesis es insostenible, demuestra en qué elevadísimos estatus nos movemos cuando hablamos de Homero: sus obras son de tal relevancia para la cultura europea que incluso se ha pensado que la escritura se inventó para ellas. Generaciones posteriores compararon al trovador con el mar que rodea todo el mundo y que fluye hacia dentro de lo más pequeño. Homero describe el cielo de los dioses, el mundo y el destino de los hombres. Sus epopeyas son, a la vez, mitología, geografía, historia, descripción social y relatos de aventuras.
Desde que Homero contó las correrías de Ulises por el Mediterráneo, el mundo occidental conoce dos expresivas metáforas sobre la vida del hombre y su destino en la tierra: el viaje y el mar. Ambos pertenecen al imaginario de la navegación, que es utilizado tanto en la literatura como en el lenguaje cotidiano cuando se desea describir las tormentas o los naufragios de la vida: uno se aventura a salir al mar y vaga en su inmensidad. Navegamos a baja velocidad, las tempestades nos arrojan de aquí para allá y no en todos los casos encontramos el camino correcto. Somos presa de las olas del destino, sufrimos naufragios, arrojamos planes por la borda o nos quedamos parados, encallados en los escollos que deberíamos evitar, nos hundimos o lanzamos el ancla salvadora justo a tiempo. Hoy vamos a puerto seguro. Es fácil perderse en el mar abierto de las posibilidades infinitas. La vida es una odisea
La epopeya de Homero relata los viajes de Ulises y su regreso al hogar. El gran poema ordena el mundo turbulento que recrea en una unidad sinóptica de 24 cantos, esto es, capítulos. Los 12 primeros tratan de los viajes plenos de aventuras que llevan a Ulises de regreso a su patria, Ítaca, después de 20 años de ausencia. Los 12 finales contienen el relato de la llegada a su hogar y la reconquista de su esposa, Penélope, y de su reino.
Hacía más de 19 años que el valeroso y astuto Ulises había partido a la guerra de los griegos contra los troyanos. Allí había tenido la ocasión de probar su inteligencia, cuando mediante un ardid propició el final de la contienda, que duraba ya 10 años: escondió a unos soldados en un gigantesco caballo de madera y de esta manera los introdujo a escondidas en la disputa da Troya.
Tras el fin de la guerra de Troya transcurrieron algunos años en los que Ulises hubo de permanecer en la isla de la ninfa divina Calipso. Esta, enamorada del guerrero, lo retuvo junto a ella. Sin embargo, siente nostalgia de su patria y de su esposa Penélope que, por su parte, le ha sido fiel durante todo ese tiempo. Penélope no ha afectado a ninguno de los 88 pretendientes que, en ausencia del dueño, se han acomodado en el palacio y malgastan sus posesiones. Ella había demostrado poseer una astucia comparable a la de su esposo anunciando a sus molestos pretendientes que se decidiría por uno de ellos cuando hubiese acabado de tejer un paño. Durante cada noche a lo largo de 3 años, deshizo el trabajo diario hasta que su engaño fue descubierto.
Ulises está sentado en la playa de la isla de Calipso y añora a Penélope, mientras ella comienza a preguntarse si su marido todavía sigue vivo. Entonces, la diosa Atenea intercede en favor del héroe ante la correspondiente Asamblea de Dioses y ruega el padre de los dioses, Zeus, que por fin permita a Ulises retornar a su hogar. Finalmente se ocupa de preparar al hijo del ausente, Telémaco, para la próxima reunión de la familia. La diosa adopta un aspecto masculino para encontrarse con Telémaco y animarlo a indagar acerca del paradero de su padre. Como suele suceder con las tareas que realizan los hijos ya adultos en relación con sus padres, a Telémaco la búsqueda de su padre le sirve también para encontrar su propia identidad. Telémaco parte en un viaje de iniciación acompañado por Atenea, que ha adoptado la figura de un amigo de la familia, Mentor. con esta apariencia permanece siempre a su lado, apoyándolo continuamente con consejos y acciones. Por eso en nuestros días, a un consejero bien intencionado se le llama mentor.
En el quinto capítulo aparece por primera vez Ulises abandonando a Calipso, la ninfa infelizmente enamorada, y navega en una balsa en dirección a su patria, pero la tempestad le arroja las playas del país de los feacios.
Allí lo encuentra, desnudo y desgreñado, Nausícaa, la hija del rey, que se había acercado a la playa con sus amigas para lavar ropa. Nausícaa conduce al héroe hasta la corte de su padre, donde es objeto de un caluroso recibimiento y es agasajado generosamente. En este lugar, el propio Ulises asume el papel del narrador y relata a la corte las pasadas aventuras en sus viajes desde que finalizó la guerra hasta su estancia con la enamorada Calipso (cantos 9-12).
Estas aventuras constituyen la parte más conocida de La Odisea. Se trata de relatos que impresionan. Los hombres de Ulises saquearon las ciudades de los cicones. Arribaron a la región de los lotófagos, los comedores de loto, quienes les ofrecieron este fruto que les convirtió en adictos y provocó que desconocieran cualquier responsabilidad. Ulises y doce de sus hombres cayeron después en manos del cíclope Polifemo, un gigante con un solo ojo, que devoró a cuatro miembros de la expedición y bebió, para acompañarlos, leche de oveja y de cabra. Ulises le quemó su único ojo y logró escapar con el resto de sus camaradas atandolos bajo los vientres de unos carneros que el cíclope sacaba para pastar. Luego, cuando los navegantes se dirigían a casa, los vientos les hicieron errar una vez más por el mar hasta que arribaron al país de los lestrigones, atroces caníbales. Finalmente llegaron a la isla de la encantadora Circe, que transformó a todos los hombres en cerdos, a excepción de Ulises. Solo el héroe logra resistir el hechizo y le muestra quién es el amo de la porqueriza, ocupándose de que sus compañeros vuelvan, al menos exteriormente, a tener aspecto humano.
A continuación sigue un descenso al infierno. Allí, en reino de los muertos, Ulises consulta con el espíritu del ciego Tiresias cómo seguir su camino. Después de lo cual Ulises vivió sus famosas tres últimas aventuras: la primera, el encuentro con las sirenas que pierden a los hombres con sus fascinantes cantos. Para no sucumbir, Ulises tapona los oídos de sus hombres con cera y ordena que a él le aten al mástil del barco. En segundo lugar, deben sortear los peñascos donde habitan las terribles Escila y Caribdis. Por último, la matanza prohibida de las vacas de Helios provoca la ira de los dioses que, como castigo, causa una terrible tempestad a la que no sobrevive nadie más que Ulises.
Los siguientes doce libros tratan de la llegada de Ulises a Ítaca, a donde le condujeron los feacios tras escuchar sus aventuras. Apenas hubo arribado a su isla, el héroe se disfraza de mendigo para poder averiguar de incógnito lo que había sucedido durante su ausencia y, sobre todo para poder estar seguro de la fidelidad de penélope. imaios, el porquerizo entonces comienzan encuentro familiar, puesto que Ulises allá a su hijo Telémaco junto al pastor. padre e hijo deciden poner fin a la actividad de los desplazados pretendientes. al final de la Gran carnicería. todos los huéspedes no deseados tienen que marchar al infierno.
Finalmente, Ulises se da a conocer también a Penélope. Y para que la pareja pueda celebrar ampliamente su reencuentro, tras 20 años de separación, la diosa Atenea alarga la noche. La mañana siguiente tiene un amargo despertar: el pueblo se ha levantado a causa del derramamiento de sangre acaecido en el palacio. Pero Zeus decreta que la venganza de Ulises ha sido justa e impone la paz en Ítaca.
Desde que los griegos incluyeron a Homero entre las lecturas escolares obligatorias, La Ilíada y La Odisea forman parte del canon de la cultura occidental.Dante coloca a Ulises en el infierno, porque considera que el griego que vagaba eternamente por un mar de infinitas posibilidades era culpable de la desmesura. Werhter leía a Homero y, James Joyce trasladó la epopeya a la cultura moderna. En el lenguaje cotidiano, odisea equivale literalmente a un viaje difícil, ya sea una odisea para empadronarse en el ayuntamiento o como la película de Stanley Kubrick una odisea del espacio.
Para quienes quiera escuchar su lectura en una voz agradable, aquí tienen este vídeo:
Fuente: Libros, Christiane Zschirnt
Canal: Carlos Vázquez Martínez
Nicolás Maquiavelo: El príncipe (1513)
Por la mañana temprano en Cesena, una ciudad italiana de la región de Emilia- Romagna, la plaza del mercado está tranquila bajo el cálido sol matinal. Pero en el centro de la plaza, un espectáculo terrible se ofrece a los ojos de los ciudadanos. Allí yace muerto el antiguo gobernador Remirro de Orco. Junto a él, un cuchillo ensangrentado con el que han cortado su cuerpo en dos.
Esta acción había sido ordenada por el duque de la región de Romagna: César Borgia. Él había nombrado a De Orco como gobernador en un momento en que el ducado resultaba prácticamente ingobernable a causa de los levantamientos populares. De Orco había conseguido restablecer la paz y el orden en muy poco tiempo, si bien de una forma tan brutal como para atraer sobre sí el odio de toda la población. Borgia había advertido, entonces, que el pueblo pronto comenzaría a detestarle tanto como hizo con Orco, a menos que lograra deshacerse de él. Y quiso que la acción sirviera de ejemplo: hizo asesinar a De Orco pública y espantosamente.Esto Impresionó a la población, que reaccionó con una mezcla de desagravio y reverencia por Borgia.
Maquiavelo recoge este episodio como paradigma de la actuación política. Para el autor italiano, Borgia es el modelo de príncipe que sabe cómo mantener su poder e incrementarlo. Los postulados de Maquiavelo a favor de un ejercicio frío y despiadado del poder le han granjeado mala fama. El florentino es, hasta nuestros días, sinónimo de la más absoluta falta de moral. Su nombre va unido a conceptos como frialdad en el cálculo, cinismo y conductas despiadadas y carentes del menor escrúpulo. En los Estados Unidos, los candidatos a entrar en una unidad de élite tienen que superar una semana sometidos a diversas pruebas de aptitud: después de arrastrarse por el barro, sin dormir ni comer durante días, sometidos a vejaciones, han de un redactar un informe sobre el sentido de El príncipe de Maquiavelo. La pregunta que se les plantea a estos: “¿qué enseñanzas prácticas puedo extraer para la próxima misión? En el Teatro Isabelino, un maquiavélico suponía la encarnación suprema de un bellaco cuya maldad era imposible de superar. Sin embargo, se malinterpreta a Maquiavelo cuando se afirma que ensalza la tiranía y el modelo de político desalmado. Hay que reconocer, no obstante, que la teoría política de Maquiavelo se caracteriza sobre todo por su frialdad.
Para Maquiavelo la política nada tiene que ver con la moral. Un buen soberano debe ser capaz de actuar como una mala persona. La revolución que Maquiavelo provocó en el pensamiento político se debe a su máxima de que los estados precisan soberanos fuertes, que puedan garantizar la paz, la seguridad y el bien del país. Extrajo esta enseñanza de los años en que estuvo al servicio del gobierno de la República de Florencia. Allí tuvo la oportunidad de conocer a los seres más poderosos de Italia. Pudo observar el gobierno de cerca y los continuos desórdenes políticos. Maquiavelo reflexionó sobre la fórmula para mantener un poder estable, y coligió que toda acción política debe estar dirigida a la conquista y a la conservación del poder. Para este fin, cualquier medio es válido.
Una de las primeras lecciones que debe aprender un príncipe es que no ha de ser bondadoso si la situación así lo exige. La conclusión de Maquiavelo era pesimista: actuar de manera inmoral es necesario con mucha más frecuencia que lo contrario. Un príncipe, al menos el que acceda por primera vez al poder, no debe proceder de acuerdo con lo que la gente considera correcto porque muchas ocasiones se verá obligado - a fin de asegurar su poder- a actuar en contra de la fidelidad, la misericordia, la compasión y la religión-.
En lugar de las virtudes cardinales que la tradición atribuye a un regente, esto es, sabiduría, equidad, valor y templanza, Maquiavelo propone la “ virtud” del príncipe, concepto con el que se refiere a una mixtura de pragmatismo, cálculo y realismo. Un príncipe no debe preocuparse por su predicamento: en cualquier caso, es imposible satisfacer a todos. El único crédito que no debe descuidar es el de ser quién sabe mantener el poder. El príncipe no puede pretender ser amado por sus súbditos aunque, de igual manera, tampoco -como hizo César Borgia- provocar el odio extremo.
La principal virtud de un príncipe consiste en dominar el arte del disimulo. En este punto es donde Maquiavelo sobrepasa los límites de lo razonable: si bien el soberano ha de ser capaz de actuar sin escrúpulos cuando la situación así lo requiere, no puede permitir que esto trascienda. Debe impedir que lo tachen de malvado o abyecto. Lo más deseable no es que personifique todas las cualidades positivas, pero si es especialmente importante que actúe como si las poseyera.
Aquí se presenta el abismo del mal: el príncipe no solo debe aprender a obrar de manera inmoral, sino que también ha de esconder su vileza bajo una máscara de suavidad, amabilidad y decencia. Era conocido capítulo 18 de El príncipe: Maquiavelo compara al soberano con un zorro que emplea su astucia, y con un león, que muestra su fuerza. El príncipe debe disimular siempre sus acciones: es necesario que sea hipócrita y debe saber mentir, negar y no cumplir con su palabra.
Nada de lo anterior suena precisamente bien. Esperamos otras cualidades de los políticos. Si despojamos de cinismo las ideas de Maquiavelo sobre lo de un político pragmático y las disociamos del contexto de la sociedad renacentista, de la que la crueldad era parte de la vida cotidiana, quedan varios pensamientos muy modernos: Maquiavelo afirma que un soberano actuar tomando distancia de sí mismo. Es posible que algunas decisiones se resuelvan de manera diferente o, incluso, no sean adoptadas, de emplearse otros criterios. En la misma situación, se toman determinaciones diferentes si se actúa desde la posición de un padre o la de un amigo. Sin embargo, como político es necesario someterse a puntos de vista que no deben estar relacionados con preferencias personales. El príncipe es el primer intento de demostrar que en el ámbito de la política solo se adoptan resoluciones políticas. Lo único que vale es aquello que permite retener el poder.
En el marco de la literatura, el ejemplo clásico del político moderno que ha aprendido esta lección del príncipe es Enrique, el personaje de Enrique IV, el drama histórico de Shakespeare. Una conocida escena de la obra es la del final de la segunda parte, en la que el príncipe Enrique, una vez coronado como heredero, reniega de su amigo y antiguo compañero de correrías Falstaff. La actitud es inmisericorde pero altamente profesional. El futuro rey no puede permitirse tener como amigo al disoluto Falstaff. En Maquiavelo desaparece la humanidad detrás de lo político, po eso resulta tan fría su teoría política.
Maquiavelo realizó una importante aportación: mostró como el príncipe puedes subyugar e impresionar a sus súbditos utilizando los engaños y disimulo. Puso de manifiesto cómo funciona realmente el poder. Entonces todavía no era moralmente justificable el príncipe fuera un hipócrita, pero, por lo menos, pudo saberse. El poder se volvió transparente.
Un análisis interesante de la obra la hizo José Porfirio Miranda.
Fuentes: Libros, Christiana Zschirnt
Canal : José Porfirio Miranda
domingo, 12 de agosto de 2018
Cuento: EL HERRERO MISERIA
El herrero Miseria.
Hace mucho, pero lo que se dice muchísimo tiempo, hubo un herrero que tenía su fragua junto a un camino, en un lugar medio perdido en el campo. El hombre ya era bastante viejo, pero siempre se ponía a trabajar apenas le llegaban clientes, aunque no eran muchos en la zona, donde
pasaba poca gente y vivían unos pocos, aparte de él. Como el hierro para trabajar le salía muy caro y el herrero nunca tenía plata para comprarlo, se la pasaba juntando cualquier pedazo de metal
que encontraba tirado por ahí.
-¡Es por si algún día me sirve! -explicaba.
Tres o cuatro clavos oxidados, una manija rajada, un cuchillo partido, un martillo sin mango, una argolla torcida, un bollo de alambre enredado, todo le venía bien y todo lo echaba en un montón que tenía en un rincón del taller. Por eso, y porque era tan pobre, los pocos vecinos que tenía le habían puesto un apodo que a él no le molestaba: herrero Miseria.
Una tardecita, cuando caía el Sol, el herrero oyó los pasos de un animal
que se acercaba. Salió a mirar y vio que, derecho para el taller, venía
una mula flaca que traía montados a dos viejitos barbudos: uno, flaco y
de pelo largo; el otro, más bien gordito, bajo y bien pelado.
-¡Buenas tardes, amigo! -lo saludaron.
-Que sean buenas -contestó él. y enseguida, como era un hombre muy
educado, les ofreció:
-Desmonten, nomás, ¿gustan tomar unos mates?
-No, hijo, gracias -dijo el flaquito-. lo que andamos precisando es
ayuda. Porque la mula perdió una herradura y nos han dicho que podés
hacerle una nueva.
-¡Cómo no! -dijo el herrero-. En un momento.
-Pero el problema, hijo -siguió el recién llegado-, es que no tenemos
dinero para pagar.
El herrero los miró, pensó que eran mucho más pobres que él y les contestó:
-Lo importante es que puedan seguir viaje. ya me pagarán alguna vez y si
no, no importa.
Y ahí nomás empezó a rebuscar en el montón de hierro viejo y sacó una
varilla. le dio fuerza al fuego de la fragua echándole aire con el
fuelle, calentó el metal al rojo, lo puso sobre el yunque y empezó a
pegarle con el martillo para darle forma. En un momento, tenía la
herradura lista. le agarró la pata a la mula y se la puso.
-¡Qué bien! -dijo el viejito flaco-. ¡Qué buen trabajo! Pero lo más
importante es que te has puesto a ayudar a dos desconocidos que no te
iban a pagar.
Entonces, habló el peladito:
-Nos presentamos: él es dios y yo, San Pedro, que andamos de recorrida
por el mundo.
-Y por tu generosidad -siguió dios-, te vamos a recompensar con tres
cosas que pidas.
Tres regalos del Señor.
A espaldas de dios, San Pedro empezó a hacer gestos señalando hacia
arriba, para que el herrero pidiera como premio ir al Cielo.
Pero Miseria no le llevaba el apunte. Pensaba y pensaba, y al fin, dijo:
-Lo primero que me gustaría es que el que se siente en esa silla no se
pueda parar sin mi permiso.
-¡Concedido el deseo! -dijo Dios.
San Pedro daba saltitos, apuntando para arriba. Pero el herrero no le
hizo caso y agregó:
-Lo segundo que quiero es que el que se suba a esa planta de nogal, no
se pueda bajar si yo no lo dejo.
-Bueno, si es tu deseo... está bien -contestó dios.
Y San Pedro, por atrás del hombro de dios, le decía con los labios:
“¡Pedí el Cielo!”. Pero el otro quiso ahora:
-Y lo tercero es que el que se meta en esa bolsa que está colgada del
gancho en la pared, no pueda salir si yo no quiero.
-¡Hecho! -dijo dios. y como se dio vuelta y vio que su compañero fruncía
las cejas y ponía mala cara, le dijo:
-Pedro, él tiene derecho a elegir lo que quiera.
Los visitantes se despidieron, montaron en la mula y se fueron al pasito
tranquilo. El hombre se quedó mirando cómo se alejaban y cuando los
perdió de vista al doblar una curva del camino, hizo una prueba. Sentó
en la silla a un perrito que tenía y esperó. al rato, el animal se quiso
tirar al suelo, pero parecía pegado a la madera. lloriqueaba y hacía
fuerza, pero no podía dejar el asiento. El hombre se rió, le dijo que le
daba permiso para bajar y el perro se fue apurado, con la cola entre las
patas. Miseria se reía:
-¡Bueno, mirá vos lo que conseguí a cambio de una herradura!
¡Lindas bromas puedo hacerle ahora a cualquiera!
Pero pensó un poco y al rato dijo:
-La verdad es que he estado hecho un zonzo. ¡Podría haberles pedido ser
rico!
Se puso de muy mal humor y se pasó la semana protestando.
-¡Rico tendría que ser ahora!
¡Cualquier cosa daría por ser rico!
¡Ah, si tuviera de nuevo la oportunidad, no sería tan pavote!
Hasta que una tardecita oyó el paso tranquilo de un animal.
-¡Volvieron! -gritó el herrero.
Pero no eran ellos. ahora, montado en un caballo renegrido y con ojos de
loco, venía un hombre de barbita puntiaguda, con sombrero negro, botas
negras y poncho negro. Saludó, desmontó y en ese momento Miseria vio que
por abajo del poncho le salía una cola larga.
-¡El diablo! -se le escapó, y retrocedió asustado.
-El mismo, para servirte -contestó el otro, sacándose el sombrero y
dejando ver unos cuernitos-. Para servirte y hacer negocios.
-Yo... yo no vendo nada... Soy un pobre herrero nomás -dijo Miseria, con
la boca seca por el miedo y temblando.
-Pero mi amigo, siempre hay algo para vender -se rió el diablo-. ¿no
andás hace días diciendo que darías cualquier cosa por ser rico? Mirá lo
que te ofrezco: un baúl lleno de oro y un año entero para gastarlo.
-¿Y después?
-Después, te paso la cuenta: tu alma. En un año justo, mando a uno de
mis empleados para buscarte y te venís para siempre conmigo. no hay
mucho que pensar: ¡todo un año para disfrutar tanta riqueza!
-No me convence -dijo Miseria.
-Mirá, vamos a hacer una cosa: te doy dos baúles llenos de oro.
-Tres.
-Bueno, tres.
-Y tres años para gastarlos.
-Dos o nada.
-Acepto -dijo el herrero.
-Muy bien, entonces, acá está el oro.
Miseria se dio vuelta y vio que en el lugar de la pila de hierro viejo
había tres baúles abiertos, llenos de oro tan brillante que iluminaba
todo el taller.
-Y ahora, vamos a hacer el contrato. lo traje preparado -dijo
el diablo. de la manga, sacó un rollo de papel, y de un bolsillo, una
pluma y un tintero. Se los alcanzó al hombre.
-Firmá acá, por favor -dijo.
Apenas Miseria firmó, el visitante desapareció en el aire, con caballo y
todo, y él se quedó solo con su riqueza.
Al día siguiente ya estaba gastando. Se dio todos los gustos, comió de
lo mejor, se vistió como un príncipe y se hizo construir una casa lujosa.
Claro, a medida que pasaban los dos años, se iba poniendo tristón. ¡ni
quería mirar el almanaque! ¿Qué iba a hacer cuando el diablo mandara a
buscarlo?, se rompía la cabeza pensando. y al fin llegó el día. Se
oyeron unos golpes en la puerta y Miseria se hizo el zonzo. no abrió.
Pero de afuera le gritaron:
-¡Salí, ya sé que estás adentro!
No tuvo más remedio que abrir. Había un diablo parecido al otro, pero
más jovencito, con el contrato en la mano.
-Me manda el patrón a buscarte. Este papel dice que tenés que venir.
-Ya sé -contestó el herrero-. Bueno, ¡qué vamos a hacer! Voy a buscar el
poncho para el viaje. Sentate un momento, mientras me esperás -y le
ofreció la silla vieja que antes tenía en el taller.
El diablo joven se sentó y enseguida volvió Miseria, emponchado y con el
sombrero puesto.
-Bueno, vamos -dijo.
Pero cuando el otro se quiso parar, no pudo. Estaba pegado al asiento.
Forcejeó y se sacudió y bufó, pero no había caso.
-¿No podés pararte? Bueno, pero ojo que entonces no es culpa mía si no
vamos con tu jefe. y ¿sabés una cosa? yo tengo el poder de liberarte.
Pero negociemos. Firmá que el contrato sigue por tres años más y dame
otros cuatro baúles de oro.
El diablo joven no contestó y se pasó dos horas tironeando para zafarse
de la silla. al fin dijo, de mala gana:
-Está bien -y firmó.
Miseria estaba muy aliviado y siguió viviendo como un rey, con tanta
riqueza nueva. Pero el tiempo pasó más rápido de lo que esperaba y un
mal día sintió que golpeaban la puerta.
Abrió y era el primer diablo.
-Vine yo mismo para que no te aproveches de la falta de experiencia de
mis muchachos -le explicó.
-De acuerdo, ya vamos. ¿no querés sentarte mientras me preparo? -le
propuso Miseria.
-No gracias, estoy muy bien así.
-Bueno, entonces ya vengo. Mientras, si te gustan las nueces, sacá
algunas del nogal para comer en el viaje y llevarles a los tuyos.
-Esa no es mala idea, ¿ves? -contestó el diablo, que era muy goloso, y
se subió al árbol. las nueces estaban buenísimas. Comió ahí mismo unas
cuantas y después se llenó los bolsillos.
-Listo, vamos -le dijo Miseria. Pero cuando el otro quiso bajar, no
pudo. Estaba pegado a las ramas.
-¿Qué es esto? -protestó el diablo-. ¿Qué pasa?
-¡Ah!, ese árbol es muy mañoso -se rió el herrero-. agarra y no suelta.
Sólo me obedece a mí.
-¡Hacé que me largue! -gritó el otro.
-¡Como no! Si nos ponemos de acuerdo. Favor por favor. te suelta si
renovamos el contrato por cinco años y me das diez baúles de oro.
El diablo estaba indignado.
-¡Esto es una estafa! ¡Esto no es serio!
-¡Esto es un negocio! -contestó Miseria.
El demonio estaba emperrado y no quería aflojar, pero el herrero, muy
tranquilo, lo dejó en las ramas del nogal y se fue a dormir. a los dos
días, harto de hacer vida de pájaro que no puede volar, el otro tuvo que
aceptar. Firmó el agregado al contrato y se fue renegando.
Cincuenta diablos más uno.
El herrero siguió dándose la gran vida. Pero todo pasa, y los cinco años
también. una mañana, Miseria sintió voces afuera de la casa y cuando
salió encontró al diablo, que esta vez había traído a cincuenta
ayudantes, por las dudas.
-Te vengo a buscar y te aviso que ni estamos cansados como para
sentarnos, ni tenemos ganas de comer nueces.
-Bueno, me cambio y vamos.
-Nada de cambiarse, ¡basta de vueltas! Venís así como estás.
-Bueno, está bien, ¡qué malos modales! ni que fueras tan poderoso.
-Yo hago lo que quiero -contestó el otro, que era muy orgulloso.
-No creo -lo provocó Miseria.
-Es así.
-¿Ah, sí? a mí, por ejemplo, no me parece que puedan hacerse chiquitos
como para meterse todos juntos ahí adentro -dijo mostrando la bolsa vieja.
-Claro que podemos.
-Estás macaneando. ¡Qué van a caber!
-¡Ahora vas a ver, atrevido, y después me voy a desquitar con vos en el
Infierno por esta insolencia! -y pegando un chiflido, ordenó-:
¡Muchachos, muéstrenle a este viejo lo que podemos hacer!
Pegó un salto y en el aire se hizo finito, finito, como una lombriz
larga, y se metió de cabeza en la bolsa. después lo siguió la fila de
diablos, uno a uno. todos se metieron y entonces se oyó la voz del demonio:
-¿Y? ¿Podíamos o no podíamos? ¡y si quiero, entramos más todavía!
-Tenías razón -dijo Miseria-.
Entrar, entraron... ahora, salir, lo veo difícil...
Ahí mismo empezó a revolverse la bolsa, que rodaba por el piso y daba
brincos. de adentro salían gruñidos como de quien hace esfuerzos,
resoplidos y voces que decían:
-¡Imposible!
-Probá vos.
-A ver, dejame a mí.
-No se puede.
-Empujá con el pie.
-Todos juntos, ¡ahora! Pero la bolsa no se abría.
Al fin, se oyó al diablo principal, que decía:
-¡Dejanos salir!
-Bueno, pero a cambio, quiero que rompamos el contrato.
-¡Ni loco! yo nunca me echo atrás.
-Habrá que ablandarte -contestó Miseria. agarró la bolsa, la puso sobre
el yunque que siempre había guardado, buscó el martillo más pesado que
tenía y empezó a golpear a los diablos encerrados con toda la fuerza.
dicen que los chillidos que daban se sentían como a diez cuadras. Cuando
le pareció que había hecho bastante, preguntó:
-¿Y? ¿Estamos de acuerdo?
-¡No! -porfió el diablo, con voz dolorida. Entonces Miseria siguió con
el martillo hasta cansarse y después volvió a preguntar:
-¿Qué hacemos? ¿Hasta cuándo vamos a seguir así? ¡Miren que yo tengo
mucha experiencia en martillar!
No le contestaron nada, pero de adentro salió un bollo de papel
aplastado. Era el contrato. Miseria prendió un fósforo y lo quemó.
después dijo:
-Bueno, cuando quieran, váyanse nomás.
Los diablos salieron volando, entre quejidos, con los pelos revueltos,
la ropa arrugada y llenos de chichones. no los volvió a ver nunca más.
Entre el Cielo y el Infierno.
Pasaron los años, el herrero se hizo viejísimo y un día se murió.
Entonces fue al Cielo. llamó a la puerta y le abrió San Pedro.
-Me parecés cara conocida -comentó-. ¡ah, sí! Vos sos Miseria. ¿Ves? Si
me hubieras hecho caso, ya estarías acá hace mucho tiempo, tranquilo.
Pero no, el señor quiso no sé qué pavadas... ¡Bué!, vamos a ver en el
libro de las almas qué pasa con la tuya.
El santo abrió un libraco gordo, se mojó el dedo y empezó a pasar las hojas.
-¡Mmm...! Miseria, Miseria... ¡acá está! ¡ah!, pero m'hijito, acá dice
que has vendido el alma al diablo. lo lamento mucho, pero entonces no
podés entrar. Y cerró la puerta, meneando la cabeza, muy triste.
El herrero se fue, bien compungido, al Infierno. llamó, un diablo
entreabrió el portón y asomó un ojo.
-¿Quién es?
-Miseria.
El demonio abrió grande la boca y gritó, asustadísimo:
-¡Jefe, muchachos! ¡Es el herrero!
Le dieron con la puerta en la cara. adentro hubo alaridos de terror y
enseguida dieron dos vueltas de llave en la cerradura y pusieron una
tranca de hierro.
-¡Fuera, fuera! -le dijeron-. no tenemos ninguna obligación de dejarte
entrar.
Así fue como Miseria volvió a la tierra. y dicen que por eso, desde
entonces, la miseria anda suelta por el mundo.
miércoles, 8 de agosto de 2018
Un cuento: “ASAMBLEA EN LA CARPINTERÍA”
“Cuentan que a media noche hubo en la carpintería una extraña asamblea. Las herramientas se habían reunido para arreglar diferencias que no las dejaban trabajar.
El Martillo pretendió ejercer la presidencia de la reunión pero enseguida la asamblea le notificó que tenía que renunciar:
– No puedes presidir, Martillo – le dijo el portavoz de la asamblea – Haces demasiado ruido y te pasas todo el tiempo golpeando.
El Martillo aceptó su culpa pero propuso:
– Si yo no presido, pido que también sea expulsado el Tornillo puesto que siempre hay que darle muchas vueltas para que sirva para algo.
El Tornillo dijo que aceptaba su expulsión pero puso una condición:
– Si yo me voy, expulsad también a la Lija puesto que es muy áspera en su trato y siempre tiene fricciones en su trato con los demás.
La Lija dijo que no se iría a no ser que fuera expulsado el Metro. Afirmó:
– El Metro se pasa siempre el tiempo midiendo a los demás según su propia medida como si fuera el único perfecto.
Estando la reunión en tan delicado momento, apareció inesperadamente el Carpintero que se puso su delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Trabajó la madera hasta acabar un mueble. Al acabar su trabajo se fue.
Cuando la carpintería volvió a quedar a solas, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando el Serrucho, que aún no había tomado la palabra, habló:
– Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Son ellas las que nos hacen valiosos. Así que propongo que no nos centremos tanto en nuestros puntos débiles y que nos concentremos en la utilidad de nuestros puntos fuertes.
La asamblea valoró entonces que el Martillo era fuerte, el Tornillo unía y daba fuerza, la Lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el Metro era preciso y exacto. Se sintieron un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos.